Pasados ya meses viajando llegó uno de los momentos cumbre, la joya de la corona, el Santo Grial, Machu Pichu.
Llegado este punto se distinguen dos tipos de viajeros: los que tienen dinero y los que caminan. Los primeros tomaran un tren y en pocas horas llegarán a Aguas Calientes, campo base antes de poder subir a las ruinas. Los segundos...tendrán varias opciones: 1ª Andar durante días a través de la selva hasta alcanzar el destino por el Camino del Inca. 2ª Andar durante días siguiendo las vías del tren desde Ollantaytambo. 3ª Tomar un colectivo, y luego otro y luego otro para finalmente andar durante horas a través de la selva siguiendo las vías del tren.
Nosotros somo del segundo tipo, opción 3.
Por primera vez en todo el viaje teníamos compañeras fijas de caminata por unos días, Nay y Maru, así que había un punto de novedad en el trayecto. Se agradecía la alegría, entusiasmo y buena onda de las chicas.
El largo viaje al Machu tiene distintas partes, pero las mas espectaculares están en los tramos previos. Los kilómetros que preceden a la estación hidroeléctrica, donde se engancha los raíles para Aguas Calientes, discurren por carreteras serpenteantes a lo través de un cañón con bonitos precipicios acompañándote a lo largo del camino. Nada tiene que envidiar a la carretera de la muerte boliviana. El último tramo por los carriles del ferrocarril aúna el nerviosismo por llegar con el discurrir salvaje del río a través de la arboleda tropical.
Al final de la senda se vislumbrara entre masas nubosas partes de las construcciones sagradas de los Incas. Allá en lo alto de montañas que se alzan como paredes que te flanquean hasta la profundidad de la garganta en la que te encuentras y donde te sientes muy pequeño. Allá por encima de las nubes esta lo que quieres ver. No será fácil llegar hasta allí, miles de escaleras se interponen entre ti y la entrada. Una vez a las puertas del cielo te puedes animar otro poco y subir unos miles de escaleras más hasta llegar a la cima de la montaña MachuPicchu. Al final son "solo" 1042 metros de ascensión desde Aguas Calientes, unas 5549 escaleras. Hay gente que dice que la primera vez que contemplan la ciudad perdida les tiemblan las piernas de la emoción. No se engañen señores, son las escaleras que hacen que uno no se tenga en pie.
Hay que decir, también, que cuando tomas un respiro y contemplas durante un instante la vista integra de la ciudadela, imaginas lo magnifica que fue y ves claramente por que es considerada tan maravillosa ahora.
Bajamos las innumerables escaleras y con dolor en el alma y en las piernas volvemos a partir, siempre al norte, previo paso por Cusco esta vez.
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