En
el peor viaje de autobús que se recuerde, donde nos asamos y congelamos
sin ningun criterio atmosférico entendible, llegamos a Cochabamba para
quedarnos unos días e ir al parque natural Toro Toro. Una sopita y dos
horas después estábamos embarcados en otro bus camino de La Paz, a veces
el viaje cambian los planes. No fue del todo malo ya que conocimos a la señora María que posteriormente nos invito a su
casa por Navidad, como todos ya sabeis.
Como
siempre que llegamos a una gran ciudad, no estabamos muy motivados para conocerla, quizá por eso de estar más acostumbrados a ciudades
en Europa y lo que nos sigue sorprendiendo cada día es esa naturaleza desconocida.
Entonces decidimos hacernos los urbanitas; que Madrid, Barcelona y sobre
todo la gran urbe castellanomanchega de Guadalajara, cosmopolita y
moderna como pocas; nos han forjado bien en eso. Asi alternamos bares
de copas cool, billares, cine, palomitas y hamburguesas.
Pero
no creais que somos tan gringos como eso. Por supuesto que tambien nos
mezclamos con los paceños hasta el punto de encontrar "el mejor
restaurante de trucha de bolivia", recomendado por un compadre mientras
comíamos chicharón de "chancho" en el mercado central. No nos dijo que
para encontrarlo había que rebuscar entre callejones y pasajes de un
barrio no demasiado recomendable... peeeeeero... si lo encuentras descubres
un mercadito muy auténtico en un patio interior de un condominio, eramos
los unicos gringos, asique podemos decir que allí comían auténticos paceños. Aseguramos que era la mejor trucha que hemos comido en
Bolivia.
Para hacer la digestión de la trucha bueno es un paseito
tranquilo por los cerros paceños, todo muy tranquilo hasta que nos
perdemos en un mercadillo (2 dias antes de navidad, pleno apogeo de
compras navideñas) que se encadena con otro y otro hasta el punto que
una hora después tenemos que pedir Indicaciones para salir de allí, por supuesto no lo consiguimos, no vaya a ser que no nos perdamos alguna
vez. Al final amable abuelita se apiado de nosotros y nos sacó de aquel
infierno consumista. Una ojeada a calles encantadas donde apareces
desnudo si te emborrachas nuca está de más en un buen paseo. Para acabar
el díaa sin sobresaltos nada mejor que sentarnos en el mirador Killi
Killi esperando que el sol se esconda y empiecen a encenderse
parpadeantes las luces de los barrios que rodena el valle en las
laderas.
Para
salir de tanto cemento nada mejor que hacerlo en bicicleta por
la celebérrima Carretera de la Muerte. Nos es tan terrible como dicen,
pero claro, no es lo mismo una bicicleta que pasar por allí con un
camión como se pasaba antes de la nueva ruta paralela para abastecer a
los pueblos de la profundidad del Valle de Coroico. Al final viene muy
bien para soltar algo de adrenalina en las horas de bajada al filo de un
precipicio constante. Lo mejor de todo, ver el cambio de un paiaje
anodino a otro mucho mas exótico que anuncia la transición a la selva.
Choca de primeras la humedad y vegetacion XXL que se da en Corico, la
antesala de la amazonía se podría decir. Viendo un lugar así por
primera vez el manto verde que te envuelve deja sin palabras al menos impresionable de los viajeros. Es el
"edén" de la hoja de coca cultivada copiosamente en las terrazas
preparadas de las pendientes montañosas más allá de donde se alcanza
a ver.
Como no podía ser de otra manera, para acabar, mascamos un poco de coca...
Y volvemos a partir, siempre al Norte.
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La carretera de la muerte |
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Mirando de cerca la "doble curva" |
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"Lo bonito" puede a "lo peligroso" |
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Un poquito de concentración antes de "let's vamonos my amigos" |
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Agua por todos lados |
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Iglesia de San Francisco en La Paz |
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La "seño" preparandonos una rica sopita callejera |
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Con vistas al edificio de enfrente, diez alturas ladrillo visto |
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El valle de Coroico |
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La Paz desde lo alto |
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Leyendas fantasmagóricas en la calle Jaén |
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