Al plantearnos este viaje lo hicimos como un periplo soleado huyendo del frió invernal europeo. Estaríamos en verano, sinónimo de calor y sol ¿verdad? La cosa cambia mucho cuando las estaciones pasan a diferenciarse en época de lluvia o no lluvias. Bueno, pues a nosotros no nos ha tocado la "buena". Al igual que Forrest Gump andando por los campos de los Charlies, podemos enumerar "todas las clases de lluvia: una lluvia finita que pinchaba, una gorda y espesa, una lluvia que caía de lado y hasta a veces una lluvia que subía desde abajo....."
No queríamos seguir remojados todos los días, así que, a la vuelta de alguna aventura pasada por agua decidimos ir hacia la costa, al calor, que es lo que estuvimos persiguiendo todo el viaje.
Para empezar un poquito de desierto no estaría mal, en Ica nos esperaba y de paso el pequeño oasis de Huacachina, que vivió sus días de esplendor hace décadas, pero donde se sigue pudiendo descansar un poco sin morir en el intento de hacerlo en pleno desierto.
Era un pequeño preámbulo antes de reencontrarnos con el Pacifico que hace tanto dejamos atrás. San Vicente le siguió como la primera de muchas paradas en las costas peruanas. Bordeamos el litoral con la Panamericana, subiendo poco a poco, playas de todo tipo con arenas blancas, empedradas, escarpadas, planas... con el rugir oceánico constante a nuestra izquierda. Visiones desconocidas para nosotros, mares de cangrejos corriendo por las orillas, delfines luciéndose con piruetas al alcance de la vista, peces saltarines lanzándose a discreción, cientos de aves al acecho de un festine de peces. Los manjares que traía la marea cada mañana nos deleitaban a cada bocado. Por otro lado, viejos lobos de mar con historias de antiguos navíos y piratas, gente que vive del mar, surferos empedernidos, navegantes de otra era en sus caballitos de totora, !AY la MAR!
La corriente nos arrastro llevándonos muy lejos en nuestra travesia, desde los desiertos de Nazca a aguas mas septentrionales, hasta llegar a las playas del norte, a Máncora y sin casi enterarnos, a Ecuador.
No nos dimos cuenta que habíamos partido ya, muy al norte.
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En la cresta de la duna |
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Oasis |
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El reencuentro con el pacifico |
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Incursión marina rocosa |
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Despertares forzosos |
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Esperando el momento |
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Desfiles |
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La soledad del caballito de totora |
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Levantando nuestros imperios |
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Sombras que se agradecen |
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Otra casa por unos días |